Directriz mundial de la Organización Mundial de Gastroenterología
Abril de 2018
Equipo de revisión
Govind Makharia (coordinador, India)
Peter Gibson (co-coordinador, Australia)
Julio Bai (Argentina)
Sheila Crowe (EE.UU.)
Tarkan Karakan (Turquía)
Yeong Yeh Lee (Malasia)
Lyndal McNamara (Australia)
Jane Muir (Australia)
Nevin Oruc (Turquía)
Eamonn Quigley (EE.UU.)
David Sanders (RU)
Caroline Tuck (Australia)
Cihan Yurdaydin (Turquía)
Anton LeMair (Países Bajos)
Financiación y declaración de conflictos de interés
• Los siguientes autores declararon no tener conflictos de interés en relación con la elaboración de esta guía: Govind Makharia, Julio Bai, Sheila Crowe, Tarkan Karakan, Yeong Yeh Lee, Nevin Oruc, Eamonn Quigley, David Sanders, Cihan Yurdaydin.
• Peter Gibson ha escrito un libro de recetas/educativo sobre la dieta baja en FODMAP. La Universidad Monash vende una aplicación digital, folletos y educación en línea sobre la dieta baja en FODMAP.
• Caroline Tuck, Lyndal McNamara y Jane Muir informaron que la Universidad de Monash vende una aplicación digital y folletos sobre la dieta baja en FODMAP, y un curso en línea para capacitar a dietistas sobre cómo aplicar la dieta baja en FODMAP. Los fondos recaudados son volcados a la investigación en el Departamento de Gastroenterología de la Universidad de Monash. Los autores no reciben remuneración personal.
• Anton LeMair se desempeña como consultante sobre elaboración de directrices para la WGO.
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Esta guía se elaboró a propósito del Día Mundial de la Salud Digestiva (DMSD, o WDHD, por sus siglas en inglés) celebrado en 2016 sobre el tema “La dieta y el intestino”. El Equipo de Revisión de Elaboración de Directrices estuvo integrado por expertos en el tema del DMSD, así como por expertos invitados; incluyó además especialistas en dieta y nutrición, farmacéuticos y médicos de atención primaria.
Dado el papel central que tienen el tracto digestivo y los órganos conexos en los procesos de digestión y absorción, no debería sorprender que los alimentos que ingerimos tengan interacciones cruciales y complejas con el tracto gastrointestinal y su contenido, incluida la microbiota. La naturaleza de estas interacciones depende no solo de la composición de la dieta y la integridad del tracto gastrointestinal, sino también de factores psicosociales y culturales. El público en general - y en particular quienes padecen enfermedades gastrointestinales - perciben correctamente que su dieta es un factor determinante de estos síntomas y buscan orientación sobre regímenes dietéticos óptimos. Desafortunadamente, muchos médicos, incluidos los gastroenterólogos, a menudo están mal preparados para lidiar con estos problemas. Esto es un reflejo de la falta de formación sobre el tema de la dieta y la nutrición en muchos planes de estudio.
Los cambios en la dieta pueden aliviar los síntomas, pero también pueden dar lugar a regímenes que provoquen carencias nutricionales en uno o más aspectos. Por ende, es fundamental que siempre que sea posible el médico cuente con los servicios de un nutricionista/dietista calificado que evalúe el estado nutricional de la persona en cuestión, y que instruya al paciente sobre nuevos planes de dieta y que controle su evolución. Además, los gastroenterólogos deben estar al tanto de las prácticas dietéticas modernas en lo que respecta a la salud y la enfermedad gastrointestinal. Esperamos que esta guía se convierta en un recurso valioso en este sentido.
La dieta en general es un tema muy amplio; por lo tanto, hemos decidido ser selectivos y nos hemos centrado en ciertas dietas y entidades para las cuales la dieta tiene un verdadero papel causal o terapéutico en adultos: enfermedad celíaca, fibras de la dieta, FODMAP (oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables), intolerancia a los carbohidratos y el papel de la dieta en el síndrome del intestino irritable (SII). La enfermedad celíaca ya ha sido objeto de una guía de la WGO dedicada exclusivamente a ese tema y publicada en 2016; puede consultar esa guía por más detalles sobre esa enfermedad. [1,2].
Con las “cascadas” de la WGO, se busca reconocer las diferencias en la epidemiología de la enfermedad, los factores socioculturales y la actividad asistencial en diferentes partes del mundo y la forma en que estos factores impiden, en la mayoría de los casos, que se pueda proponer “una solución para todos” o un único enfoque patrón oro. El Apéndice de esta guía incluye una lista de las organizaciones que elaboran directrices relevantes. Esta Directriz Mundial de la WGO incluye un conjunto de cascadas destinadas a proporcionar opciones sensibles al contexto y a los recursos para el enfoque dietético de enfermedades gastrointestinales. A través de las cascadas de WGO, el programa de Directrices de la WGO tiene como objetivo proporcionar recomendaciones de práctica clínica que sirvan en muchos contextos diferentes en todo el mundo.
Esta Directriz de WGO sobre la dieta y el intestino está dirigida a los profesionales de la salud, como médicos de familia y de atención primaria, gastroenterólogos, farmacéuticos y nutricionistas/dietistas.
Las Directrices de la WGO se elaboran aplicando un proceso sistemático para lograr un consenso entre expertos sobre la base de la literatura médica y científica, las pautas de práctica ya existentes y los estándares de mejores prácticas regionales. Para elaborar esta directriz se utilizaron todas las fuentes disponibles. Mensualmente los integrantes del equipo de revisión reciben búsquedas bibliográficas de alto nivel en EMBASE/Medline como alertas, y las analizan para identificar nuevas perspectivas y evidencias para la próxima actualización de la guía.
Las Tablas 1–3 presentan cascadas de opciones de dieta sensibles a los recursos y alternativas para países y regiones con diferentes niveles de recursos, acceso, cultura y epidemiología.
Las fibras dietéticas son carbohidratos (tanto naturales como sintéticos) que resisten la digestión en el intestino delgado de los humanos y brindan un beneficio fisiológico para la salud [3,4]. La fibra agrega volumen a la dieta, reduce la densidad energética de los alimentos y puede mejorar el control glucémico y prevenir o reducir el estreñimiento [3,5]. En muchos países, hay mucha gente que no consume una cantidad suficiente de fibra dietética como para alcanzar los objetivos recomendados [3,5]. Entre las buenas fuentes de fibra dietética se incluyen los cereales integrales, nueces y semillas, verduras y frutas [3,5]. Una mayor ingesta de fibra dietética se ha asociado con un menor riesgo de varias enfermedades crónicas, como enfermedades cardiovasculares y diabetes, y puede reducir el riesgo de mortalidad por todas las causas [5–9]. La fibra dietética puede incluirse en el panel de nutrición de las etiquetas de los alimentos y, por lo general, se la incluye como un subconjunto de carbohidratos totales
2.1.1 Tipos de fibra de la dieta
Los alimentos naturalmente contienen una mezcla de fibras solubles e insolubles, y ambos tipos tienen importantes beneficios para la salud en el contexto de una dieta alta en fibra. [3,5]. Aunque en una época se pensó que el efecto fisiológico de una fibra dependía de su solubilidad, estudios más recientes sugieren que otras propiedades de la fibra, especialmente la fermentabilidad y la viscosidad, son más importantes, y los componentes de las plantas (como los compuestos antioxidantes) asociados con la fibra dietética también pueden contribuir a reducir el riesgo de la enfermedad [5,13].
2.1.2 Efectos beneficiosos de las fibras de la dieta
En la Tabla 5 se presenta un resumen de las características físicas y los beneficios fisiológicos de las fibras naturales, véase la Tabla 5. A continuación se presenta una lista de los efectos fisiológicos beneficiosos de una dieta alta en fibra con alimentos integrales en general [12]:
Además, se considera que las fibras dietéticas probablemente tengan los siguientes efectos fisiológicos, aunque se necesita una mayor fundamentación científica [12]:
2.1.3 Interacción de las fibras de la dieta y la microbiota intestinal
La fibra ingerida puede influir sobre el perfil de microbiota fecal, provocar cambios en el complejo ambiente gastrointestinal y promover la proliferación de las bacterias en general y de bacterias potencialmente beneficiosas en particular [14–16]. Por ende, los oligosacáridos, incluidos los fructo oligosacáridos y galacto oligosacáridos, la inulina y posiblemente otras fibras solubles, se consideran prebióticos que pueden estimular la proliferación preferencial de lactobacilos, bifidobacterias y otras bacterias saludables en el colon. [3,14–16]. Se cree que la microbiota intestinal desempeña un papel crucial en la salud humana y en la prevención de enfermedades a través de una serie de mecanismos, como la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), que son importantes para mantener la homeostasis intestinal y una óptima función inmunitaria. [3,14–16]. Los cambios en el microambiente intestinal han sido relacionados con muchas afecciones frecuentes, como el síndrome de intestino irritable, obesidad, enfermedades cardiovasculares y asma. [15,16]. Si bien hay cada vez más interés por la relación entre la microbiota intestinal, la fibra dietética y su incidencia en la salud, se requieren ensayos bien controlados en humanos para confirmar los vínculos descritos y que se observan en los estudios animales y epidemiológicos. [15,16].
2.2.1 Estreñimiento
Conclusión: una dieta rica en fibra puede tener un efecto protector y ser terapéuticamente útil en el tratamiento del estreñimiento. Se recomienda un aumento gradual de la ingesta de fibra a través de la dieta y/o suplementar 20-30 g/día con una adecuada ingesta de líquidos. Además, la suplementación con psyllium puede estar indicada en el tratamiento del estreñimiento crónico. El papel de la fibra en otras formas de estreñimiento es limitado, y en algunos individuos, una dieta alta en fibra puede exacerbar los síntomas.
2.2.2 Síndrome de intestino irritable (SII)
Conclusión: las fibras altamente fermentables, como los oligosacáridos y la inulina, además del salvado de trigo, pueden exacerbar los síntomas del SII. La mejor evidencia indica que reducir la ingesta de estas fibras fermentables como parte de un enfoque dietético con bajo contenido de FODMAP (ver sección 3) es eficaz para controlar los síntomas en la mayoría de los pacientes con SII. A la inversa, los suplementos de fibra soluble como psyllium, linaza y metilcelulosa pueden ser beneficiosos, particularmente en SII-C
2.2.3 Enfermedad intestinal inflamatoria (EII)
Conclusión: Actualmente no hay suficiente evidencia a favor del papel terapéutico de la fibra dietética en la EII, por lo que se requieren más estudios de alta calidad. En pacientes con EII no debe restringirse la ingesta de fibra dietética, excepto en presencia de obstrucción intestinal. Los pacientes con EII y SII concomitante pueden mejorar si reducen la ingesta de fibras altamente fermentables como parte de un enfoque dietético con bajo contenido de FODMAP.
2.2.4 Enfermedad diverticular
Conclusión: el consumo de una dieta con alto contenido de fibra puede proteger contra la aparición de enfermedad diverticular, y el riesgo de complicaciones (diverticulitis) puede ser mayor en quienes ingieren una dieta baja en fibra. El uso a corto plazo de una dieta baja en fibra puede estar indicado en el caso de diverticulitis. Sin embargo, todas estas recomendaciones están respaldadas únicamente por evidencia limitada y la opinión de expertos.
2.2.5 Cáncer colorrectal
Conclusión: la evidencia de estudios de cohorte generalmente indica que una dieta alta en fibra tiene un efecto protector contra el cáncer colorrectal; sin embargo, no es seguro si se trata de una relación de causa y efecto. Se requieren estudios adicionales de alta calidad para dilucidar la relación e identificar posibles mecanismos de acción.
2.2.6 Indicaciones clínicas para una dieta con bajo contenido de fibra
Conclusión: existe evidencia limitada a favor del uso terapéutico de una dieta baja en fibra en el contexto de enfermedad gastrointestinal y cirugía. Sin embargo, esto es frecuente en la práctica clínica y el uso a corto plazo plantea poco riesgo nutricional. Una dieta baja en fibra puede ser útil cuando se prepara el intestino para procedimientos de diagnóstico y puede mejorar la satisfacción y el cumplimiento del paciente.
Los objetivos en cuanto a la ingesta recomendada de fibra dietética varían a nivel mundial (Tabla 6). Sin embargo, las directrices generalmente recomiendan una ingesta de > 20 g/día [4,5]. La ingesta real de fibra dietética está por debajo de lo recomendado en muchos países del mundo, pero es notablemente más alta en aquellas regiones en las que predominan las dietas con abundancia de plantas como el África subsahariana (Fig. 1) [3–5].
Se puede lograr una ingesta adecuada de fibra en la dieta haciendo que los patrones de alimentación diaria sean más variados [5]. La ingesta de al menos 400 gramos o cinco porciones de frutas y verduras por día reduce el riesgo de enfermedades crónicas y ayuda a garantizar una ingesta diaria adecuada de fibra dietética [11,35]. Los mensajes de alimentación que alienten a aumentar el consumo de alimentos ricos en fibra, como cereales integrales, legumbres, frutas y verduras, deben contar con el amplio respaldo de profesionales de la alimentación y la nutrición [5,35].
Si bien los consumidores también están recurriendo al uso de suplementos de fibra y laxantes a granel como fuentes adicionales de fibra, el mejor consejo es consumir fibra en los alimentos. Son pocos los suplementos de fibra para los que se ha estudiado la eficacia fisiológica. [5]. El aumento demasiado rápido de fibra en la dieta puede provocar síntomas como gases, hinchazón y calambres abdominales, por lo que siempre se recomienda un aumento gradual de la ingesta. [5].
Entre las buenas fuentes de fibra dietética se incluyen: productos integrales, frutas, verduras, frijoles/porotos, guisantes y legumbres, y nueces y semillas. Los alimentos etiquetados como con “alto contenido de fibra” generalmente contienen al menos 5 g de fibra por porción. Empero, los requisitos de etiquetado de alimentos varían de un país a otro. [4,5].
He aquí algunos ejemplos de alimentos frecuentes que tienen un alto contenido de fibra [36]:
Los consumidores están interesados en aumentar el consumo de fibra, pero les resulta difícil y caro hacerlo. El cambio en la dieta requiere cambios duraderos de los hábitos y es algo difícil de lograr, pese a los beneficios reportados. Para que alguien mantenga un cambio en la dieta tiene que estar muy motivado; requiere habilidades de comportamiento y el apoyo del entorno social y político (Tabla 7) [5,37].
Son muchos los factores y las interacciones complejas que influyen en la evolución y la forma de los patrones dietéticos individuales a lo largo del tiempo: ingresos, precios de los alimentos (disponibilidad y asequibilidad de los alimentos saludables), preferencias y creencias individuales, tradiciones culturales, así como factores geográficos, ambientales, sociales y económicos [35].
Véase la sección 1.2 Cascadas, Tabla 1.
3.1.1 ¿Qué es la dieta baja en FODMAP?
La dieta baja en FODMAP fue desarrollada por investigadores de la Universidad Monash en Melbourne, Australia, para ayudar a los pacientes con síndrome de intestino irritable (SII) [38–40]. Estudios de todo el mundo han confirmado que la dieta es eficaz para manejar los síntomas de SII [41–45].
“FODMAP” es un acrónimo que en inglés corresponde a: oligosacáridos, disacáridos, monosacáridos y polioles fermentables.
El acrónimo agrupa tipos específicos de carbohidratos de cadena corta que se absorben lentamente o no se digieren en el intestino delgado. Debido a su pequeño tamaño molecular, aumentan el contenido de agua del intestino delgado a través de un efecto osmótico, y como son fácilmente fermentados por bacterias, su distribución al intestino grueso da como resultado la producción de gas [38,39,46]. Los FODMAP pueden así distender (o estirar) el intestino. En pacientes con SII que son hipersensibles a este estiramiento, aparecen síntomas como dolor abdominal, distensión abdominal, flatulencia excesiva y cambios en los hábitos intestinales (estreñimiento y/o diarrea) [47]. La Figura 2 clasifica los carbohidratos no digeribles y de absorción lenta según sus propiedades funcionales [48].
La dieta baja en FODMAP incluye reducir la ingesta dietética de los cinco subgrupos principales de carbohidratos:
Los objetivos de la dieta baja en FODMAP son ayudar a los pacientes a controlar sus síntomas y, posteriormente, identificar los desencadenantes específicos de los alimentos. Esto se hace a través de una reducción dietética inicial de todos los FODMAP, luego de lo cual se hacen nuevas provocaciones estratégicas. Los pacientes pueden seguir su propia versión modificada de la dieta. No se sugiere seguir una dieta estricta baja en FODMAP por períodos prolongados.
El Departamento de Gastroenterología de la Universidad de Monash analizó el contenido de FODMAP de muchos alimentos y publicó los resultados en varios artículos de investigación [49–52]. La lista completa del contenido de FODMAP de los alimentos, clasificado como bajo, moderado y alto, está disponible para el público a través de una aplicación para teléfonos inteligentes desarrollada por la universidad [53].
3.1.2 ¿Cómo aplicar una dieta con bajo contenido de FODMAP: reintroducción y problemas/limitaciones
La dieta baja en FODMAP se implementa mejor con la ayuda de un dietista experimentado. Lo mejor es aplicar la dieta FODMAP con la ayuda de un dietista con experiencia. La Tabla 8 presenta una descripción general del manejo clínico, e incluye el papel del médico de familia (médico general) o el gastroenterólogo y el dietista. La dieta puede implementarse en un proceso de tres pasos. (Tabla 9).
Primero se debe identificar a los pacientes que tienen síntomas intestinales funcionales, y antes de cambiar su dieta se debe descartar la existencia de otras afecciones, como la enfermedad celíaca. Esto es importante, ya que las modificaciones dietéticas pueden afectar la precisión de algunas pruebas, como las utilizadas para la enfermedad celíaca. Luego, se debe enseñar a los pacientes cómo reducir los alimentos ricos en FODMAP en la dieta, generalmente durante un período de 2 a 6 semanas. [55]. El objetivo principal de esta fase inicial es mejorar el control de los síntomas. Lo mejor es que quien eduque a los pacientes sea un dietista conocedor del contenido de FODMAP en los alimentos, para asegurarse de que comprendan qué alimentos evitar y, lo que es más importante, qué alimentos incluir durante la fase inicial. No se deben excluir grupos enteros de alimentos; lo que se debe hacer es modificar los tipos de alimentos elegidos en cada grupo de alimentos. Por ejemplo, el consumo de manzanas, que tienen un alto contenido de FODMAP, podría cambiarse por una ingesta de naranjas, que tienen un bajo contenido de FODMAP. Esto es importante para mantener una nutrición adecuada [55]. Los pacientes deben comprender los mecanismos de los FODMAP y el efecto de dosis para poder comprender el proceso dietético.
La segunda fase es la fase de nuevo desafío o nueva provocación; su objetivo es identificar desencadenantes dietéticos específicos en cada individuo. Es poco probable que todos los alimentos con alto contenido de FODMAP provoquen síntomas en todos los individuos; por lo que se usan desafíos estratégicos para identificar los niveles de tolerancia para cada subgrupo de FODMAP [56]. La orientación de un dietista ayuda al paciente a probar cada subgrupo de FODMAP, incluida la respuesta a las diferentes dosis, la frecuencia de consumo y el efecto aditivo de múltiples alimentos con alto contenido de FODMAP [56]. La tolerancia individual a los FODMAP varía ampliamente. La tolerancia de un mismo individuo también puede variar dependiendo de otros factores, como los niveles de estrés.
La fase final es la fase de mantenimiento. El objetivo de la fase de mantenimiento es que el paciente vuelva a introducir tantos alimentos con alto FODMAP en la dieta como tolere, manteniendo un buen control de los síntomas. Todos los alimentos que sean bien tolerados deben reintroducirse en la dieta. El individuo puede reintroducir los alimentos que tolera tan solo moderadamente de manera ocasional, mientras que deben continuar evitando los alimentos que no tolera bien. [56]. A largo plazo, se recomienda a los pacientes que sigan intentando de vez en cuando hacer desafíos con alimentos que no toleran, para reevaluar su tolerancia.
Una dieta baja en FODMAP puede mejorar o empeorar la calidad de vida de una persona; sin embargo, la mayoría de los datos sugieren que la dieta baja en FODMAP no produce un deterioro en la calidad de vida y puede incluso mejorarla. [61]. En un estudio recientemente publicado controlado con placebo en pacientes con SII, la dieta baja en FODMAP se asoció con un alivio adecuado de los síntomas y redujo significativamente las puntuaciones de los síntomas en comparación con un placebo [62].
Debido a estos posibles efectos perjudiciales de la modificación de la dieta, la adherencia a largo plazo a la dieta baja en FODMAP está recomendada solo para quienes tengan síntomas severos y requieran una restricción continua para controlar sus síntomas. Por lo tanto, se recomienda un programa de reintroducción de alimentos con alto contenido de FODMAP para identificar el umbral de tolerancia del paciente.
3.2.1 Cuándo estaría indicada una dieta con bajo contenido de FODMAP
La mayor parte de la evidencia existente sobre el uso de la dieta baja en FODMAP se refiere a pacientes con SII. Como se mencionó anteriormente, antes de implementar una dieta baja en FODMAP es importante que los pacientes tengan un diagnóstico clínico de SII, habiéndose excluido otras enfermedades.
Hay pocas evidencias sobre el uso de la dieta baja en FODMAP en pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal (EII) (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa) [26,63]. Es común que los pacientes con EII tengan síntomas del tipo del SII. Por lo tanto, el uso de la dieta baja en FODMAP en EII está dirigido a controlar los síntomas de tipo SII, más que a la inflamación vinculada con la enfermedad en sí. Esto también puede aplicarse a pacientes con enfermedad celíaca.
Actualmente se está estudiando el uso de la dieta baja en FODMAP para detectar otras afecciones como la endometriosis [64], el cólico infantil [65], la dispepsia funcional, fibromialgia [66], escleroderma, y el síndrome de fatiga crónica. Sin embargo, la evidencia del uso de la dieta en estas entidades es mínima, por lo que no se la recomienda por ahora para esas afecciones.
3.2.2 Dieta con bajo contenido de FODMAP, dispepsia funcional (DF), y SII
Existe una considerable superposición de síntomas entre el SII y la dispepsia funcional (DF). La dispepsia funcional se caracteriza por síntomas de hinchazón, eructos, dolor epigástrico y malestar. Muchos pacientes presentan DF y SII simultáneamente. Aunque la información disponible sobre el efecto de la dieta baja en FODMAP específicamente para la DF es limitada, hay informes anecdóticos que sugieren que pueden usarse para controlar los síntomas. [67]. Se requiere más información para evaluar los efectos de la dieta baja en FODMAP en pacientes con DF.
Véase la sección 1.2 Cascadas, Tabla 2.
4.1.1 Definición de términos
4.1.2 La intolerancia a la lactosa en perspectiva: ¿cuándo es pertinente?
La expresión de la lactasa está regulada a la baja en aproximadamente 65 a 75% de la población humana después del destete. La malabsorción de la lactosa es más frecuente en las poblaciones de Asia, América del Sur y África [69]. La persistencia de la lactasa (continuación de la producción de lactasa en la vida adulta) es un rasgo genéticamente determinado y se presenta con mayor frecuencia en las poblaciones de Europa y de algunas poblaciones africanas, del Medio Oriente y del sur de Asia. [70].
La velocidad a la que se pierde la actividad de la lactasa varía según la etnia. Los chinos y los japoneses pierden el 80–90% de la actividad de la lactasa dentro de los 3–4 años del destete, en comparación con los 7 años posteriores al destete en judíos y los 18–20 años posteriores al destete en los europeos del norte. [71].
La intolerancia a la lactosa secundaria puede ser causada por daño al intestino delgado, como en la enfermedad celíaca no tratada o una gastroenteritis viral. La intolerancia a la lactosa secundaria generalmente es reversible una vez que la condición primaria ha sido tratada [69].
A diferencia de la intolerancia a la lactosa, la alergia a la leche de vaca es una respuesta inflamatoria a las proteínas de la leche. Dado que hay síntomas de la intolerancia a la lactosa y la alergia a la leche de vaca que se superponen, es posible que se equivoquen los diagnósticos. La alergia a la proteína de la leche de vaca ocurre en 2 a 6% de los bebés y en 0,1 a 0,5% de los adultos [72]. Además de los síntomas gastrointestinales, la alergia a la proteína de la leche de vaca puede causar síntomas en la piel (eritema, prurito) y manifestaciones respiratorias (sibilancias, falta de aliento) e incluso anafilaxia. [72]. Debido a la similitud de algunos síntomas, es importante que los profesionales de la salud sean conscientes de las diferencias entre las dos. La alergia a la leche de vaca también puede ser inducida por productos lácteos con un contenido mínimo de lactosa (como los quesos duros).
4.1.3 Síntomas de intolerancia a la lactosa
Los síntomas típicos de la intolerancia a la lactosa incluyen dolor abdominal, distensión abdominal, flatulencia, diarrea y borborigmos. También puede provocar náuseas y vómitos, aunque estos son menos frecuentes. [69].
En pacientes con hipolactasa de tipo adulto común, la cantidad de lactosa que el individuo debe ingerir para producir síntomas varía de 12 a 18 g, o de 8 a 12 onzas de leche. La ingestión de cantidades pequeñas a moderadas de lactosa generalmente produce hinchazón, calambres y flatulencia, pero no diarrea. La ingestión de grandes cantidades de lactosa, los tiempos de vaciamiento gástrico más rápidos y los tiempos de tránsito intestinal más rápidos contribuyen a la agravación de los síntomas. Varios factores determinan la aparición de síntomas de intolerancia a la lactosa, como el contenido de lactosa en la dieta, el tiempo de tránsito intestinal, la capacidad de fermentación del microbioma intestinal, la hipersensibilidad visceral [73], y (posiblemente) los factores neuropsicológicos [74].
4.1.4 Cómo diagnosticar: en medios con recursos limitados y abundantes
El diagnóstico de intolerancia a la lactosa se basa en que el paciente mismo refiera la aparición de los síntomas después de ingerir lactosa [54]. La determinación de la dosis de lactosa que puede tolerar una persona con intolerancia a la lactosa resulta fundamental para determinar las implicancias que tiene para su salud [68]. La presencia de una malabsorción de la lactosa no suele acompañarse de síntomas. Solo cuando la malabsorción de la lactosa induce síntomas se puede diagnosticar una “intolerancia a la lactosa”
* Ya que algunos individuos no toleran la grasa de los lácteos (triacilglicerol).
4.1.5 Cómo se debe tratar
Hay dos formas clave de tratar la intolerancia a la lactosa: ya sea evitando los alimentos que contienen cantidades importantes de lactosa (Tabla 12) o usando β-galactosidasa para hidrolizar el contenido de lactosa de los alimentos.
Si el individuo está ingiriendo grandes cantidades de lactosa, se debe considerar reducir la cantidad, algo que se puede lograr reduciendo la ingesta de productos con alto contenido de lactosa y/o utilizando productos sin lactosa. Los productos lácteos como la leche de vaca y el yogur se pueden incubar previamente con β-galactosidasa para hidrolizar el contenido de lactosa. Existe una creciente demanda de productos sin lactosa en algunos países, por lo que en esos mercados se puede conseguir leche, yogur, queso, crema y helado sin lactosa. Sin embargo, es cuestionable que se necesiten productos como queso y crema sin lactosa, ya que son productos que tienen un contenido mínimo de lactosa. [54].
4.2.1 Definición de términos
4.2.2 Mecanismos propuestos
4.2.3 Ingesta de fructosa
Las estimaciones del consumo de fructosa sugieren que la ingesta total de fructosa ha aumentado en los últimos años, en gran parte debido al mayor uso de jarabes de maíz con alto contenido de fructosa. Un estudio estadounidense que comparó la ingesta en los períodos 1977–1978 y 1999–2004 encontró solo un aumento del 1% en el consumo de fructosa como porcentaje de la ingesta de energía, en comparación con un aumento del 41% en la ingesta total de carbohidratos [74,81]— lo que sugiere que el aumento en el consumo de fructosa no es tan importante como se pensaba. Las frutas y productos elaborados con frutas fueron la principal fuente de fructosa en la dieta en 1999-2004. [81].
4.2.4 Uso de la modificación de la dieta
Los primeros estudios que investigaron el efecto del exceso de fructosa en los síntomas gastrointestinales se centraron en la fructosa sola o en la fructosa en combinación con sorbitol. Sin embargo, estas dietas restringidas en fructosa estaban mal descritas. Dado que el exceso de fructosa a menudo se consume junto con otros carbohidratos de cadena corta que tienen efectos similares en el intestino (es decir, FODMAP), es el papel combinado de estos carbohidratos específicos en la patogenia de los síntomas gastrointestinales, a diferencia de sus efectos individualmente. [49–51], lo que provoca síntomas. La agrupación de estos carbohidratos fermentables como parte de la dieta baja en FODMAP se ha asociado con una mejoría de los síntomas en hasta tres cuartos de los pacientes con trastornos gastrointestinales funcionales. [40,41,44,82].
4.2.5 Recomendaciones
La deficiencia de sacarasa-isomaltasa (también conocida como intolerancia a la sacarosa) generalmente se manifiesta temprano en la vida y puede ocasionar una mala absorción de los carbohidratos, causando síntomas de diarrea, distensión abdominal y dolor abdominal, similares a los síntomas del SII con predominio de diarrea. La causa de la deficiencia de sacarosa-isomaltasa es una reducida actividad de una enzima conocida como glucosidasa en el intestino delgado. La enzima participa normalmente en la digestión del almidón y los azúcares. Cuando la actividad de la glucosidasa está reducida, los carbohidratos, en particular la sacarosa, se comportan como FODMAP; se produce entonces un aumento de la actividad osmótica y de la fermentación en el intestino, lo que puede provocar síntomas de SII. [83]. La función de la deficiencia de sacarasa-isomaltasa en el SII de inicio tardío no está bien establecida.
4.3.1 Deficiencia congénita de sacarasa–isomaltasa
En la deficiencia de sacarasa-isomaltasa congénita, las mutaciones en el gen de la sacarasa-isomaltasa (SI) provocan síntomas graves. Se trata de una afección rara. Sin embargo, estudios recientes han identificado múltiples variaciones del gen SI con reducción de función. Alrededor del 2–9% de las personas de ascendencia norteamericana y europea pueden verse afectadas, lo que sugiere que posiblemente sea una condición subdiagnosticada. [84]. Sin embargo, aún no se ha demostrado si está patogénicamente involucrada con la inducción de síntomas en pacientes con trastornos gastrointestinales funcionales.
4.3.2 Deficiencia secundaria o adquirida de sacarasa–isomaltasa
Teóricamente también puede haber una deficiencia secundaria o adquirida de la sacarasa-isomaltasa, pero generalmente es transitoria. Los estudios en animales han demostrado que la atrofia de las vellosidades, como la que ocurre en la enfermedad celíaca no tratada, puede dar lugar a deficiencia de sacarasa-isomaltasa. Esto debería ser reversible al curarse la atrofia vellositaria. [84].
4.3.3 Diagnóstico
En niños se puede establecer un diagnóstico de deficiencia de sacarasa-isomaltasa mediante biopsias duodenales o yeyunales, para evaluar la actividad de la sacarasa, la lactasa, la isomaltasa y la maltasa [84]. Sin embargo, las muestras de biopsia deben congelarse inmediatamente y, debido al complejo proceso de congelado/descongelado requerido para el análisis de la muestra, los resultados pueden ser inexactos [85]. Existen otros métodos de diagnóstico, como las pruebas de aliento con sacarosa, pero la realización de pruebas de hidrógeno espirado en niños pequeños es problemática [85]. Desde hace un tiempo se dispone de la secuenciación genética para identificar formas de deficiencia de sacarasa-isomaltasa congénita [84], aunque estos resultados deben considerarse en el contexto del cuadro clínico. Existen escasos datos sobre el valor de realizar tales pruebas en adultos.
4.3.4 Tratamiento
Existe evidencia limitada para el tratamiento de la deficiencia de sacarosa-isomaltasa. Si bien la restricción de azúcares y almidón de la dieta es una de las opciones, esta estrategia ha sido poco estudiada. Los pacientes comienzan con una fase restrictiva inicial, y luego van reintroduciendo los azúcares gradualmente para determinar la tolerancia. Sin embargo, tales restricciones dietéticas son difíciles, y los pacientes a menudo no respetan las indicaciones. [85]. Una alternativa a la modificación de la dieta es el reemplazo de enzimas con sacarosidasa, que ha demostrado un buen efecto en estudios con muestras pequeñas [85,86]. Sin embargo, la suplementación con enzima es costosa y tal vez no se la obtenga en todo el mundo.
Véase la sección 1.2 Cascadas, Tabla 3.
Hay ciertos alimentos que desencadenan los síntomas que presentan los pacientes con SII; tal es el caso de los alimentos ricos en FODMAP. Aunque muchos pacientes con SII creen que no toleran ciertos alimentos [87], a menudo no se puede reproducir la reacción en una nueva provocación ciega con el alimento agresor [88,89]. Los pacientes con SII a menudo instituyen cambios en la dieta por su cuenta, en un intento por aliviar los síntomas [88,90].
Faltan pruebas seguras, confiables y asequibles para el diagnóstico de intolerancia alimentaria. Por lo tanto, los clínicos no pueden confirmar fácilmente cuál o cuáles son los componentes de los alimentos que le hacen mal a los pacientes que relatan síntomas inducidos por alimentos [91]. He aquí los principios generales:
Son pocos los enfoques dirigidos a la dieta que cuentan con evidencia de buena calidad en cuanto a eficacia, seguridad y adecuación nutricional. Una excepción es la dieta sin gluten (DSG, o GFD, por sus siglas en inglés), una dieta que muchos pacientes estadounidenses con SII deciden hacer por su cuenta, sin intervención de ningún profesional de la salud.
También se puede consultar las siguientes Directrices mundiales de la WGO [93]:
Varios estudios no controlados han demostrado que hay un porcentaje de pacientes que cumplen con los criterios de SII que responden a una DSG [95–98]. La controversia radica en cuáles son los componentes de los alimentos que resultan nocivos para esos individuos: el gluten, las proteínas de trigo no gluten o los fructanos. Existe una cohorte de pacientes con SII u otros síntomas intestinales funcionales, a menudo con síntomas extraintestinales, que declaran por su cuenta que son sensibles al gluten. Sin embargo, todavía no se ha demostrado la implicancia del gluten como la molécula causante del trastorno en tales pacientes. Se ha demostrado que un subgrupo que tiene una mayor densidad de linfocitos intraepiteliales y eosinófilos en la mucosa del intestino delgado y, con frecuencia, del intestino grueso, desarrolla síntomas gastrointestinales al hacerse desafíos doble ciego controlados con placebo para el trigo y otras proteínas. [99]. En estos pacientes, la restricción dietética guiada decidida según los resultados de tales desafíos ha logrado a mejora de los síntomas a largo plazo [100]. Se requieren más estudios en otros centros para evaluar hasta qué punto se pueden generalizar estos hallazgos.
En la mayoría de los individuos que no tienen los cambios histopatológicos mencionados anteriormente, la DSG puede ser efectiva, pero todavía no se ha determinado si el paciente necesita estar sin gluten o si el gluten es un marcador de otras moléculas presentes en el trigo, como los fructanos. Un estudio reciente realizado en Noruega sugiere que en pacientes con sensibilidad al gluten diagnosticada por ellos mismos, los verdaderos culpables son los fructanos, y no el gluten o la proteína de trigo [101].
A pesar de la incertidumbre sobre el papel del gluten en particular en la génesis de los síntomas en el SII, una prueba con DSG resulta una intervención razonable para las personas que sienten que sus síntomas empeoran con los alimentos que contienen gluten.
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